Amanece en Bled pero nosotros seguimos durmiendo hasta la hora del check-out. Por fin conocemos a la dueña del hostal que, apenada, nos pide que volvamos otra vez con más calma: "arrivate così tardi e andate via così presto...". Nos hace unas cuantas recomendaciones sobre cosas que ver en los alrededores y nos marchamos a la zona del lago.
Antes que nada, es necesario un buen desayuno: capuccino para todos y bocatas súperbuenos en la típica terraza para guiris del Trubar. Creamos el bote del viaje y pasamos por el supermercado a por básicos como: agua, helados, galletas de plástico y gel de chocolate...
Y empezamos la vuelta al lago. Al principio parando cada dos metros a hacernos fotos porque es muy chulo... parece que lo hayan construido adrede para que quede perfecto en la postal. Un lago con barquitas, patos, nenúfares, el cielo perfectamente azul y las montañas perfectamente verdes, una isla con iglesia, un castillo en lo alto de un risco que se refleja, un paseo que lo circunda, zonas de baño (mmm... ¡qué tentador!), un tobogán gigante en la ladera de la montaña (al final, no nos dio tiempo :( ), osos polares que sueñan con helados de 8 bolas,... Hacemos otra parada para decidir si preferimos subir al castillo o bañarnos en el lago. La decisión no se proclama pero silenciosamente gana lo segundo. Y nos pegamos un baño a mitad recorrido. Increíble: agua fresquita, transparente, rodeado de montañas y verde, ¡somos parte de la postal! Mientras nos secamos, nuestras sombras tocan a la Bala y cuando me acerco a los cubículos-vestuarios-lonas publicitarias, me encuentro con parte de mi ropa que se me había caído al ponerme el bikini, oops :$
Acabamos la vuelta en el bar Costella junto al del desayuno, nos comemos unos bocatas medio típicos de allí y llega el primer momento mini-níspero, jaja, tampoco fue nada digno de reseñar…
Con los párpados clamando siesta, nos fuimos de ruta por Vintgar Gorge: un desfiladero con 1,6km de espectaculares de pasarelas. ¿Nos podremos bañar? ¡Ay, pobres inocentes, aunque no queráis…! Y es que al llegar a la cascada al final del recorrido, los truenos empezaron a oírse y el camino de vuelta lo hizo la tormenta con nosotros… Calados de arriba a abajo y sin haber disfrutado el paseo de vuelta, llegamos a los coches. Todos calados menos Pau, que tranquilamente volvió con su paraguas de auténtico montañero.
Ya de camino a Ljubljana, secándonos en el coche, nos cruzamos con un mono copiloto, y con la caravana de la Barbie y nos costó un poco encontrar el Youth Hostel porque estaba integrado con un hotel y un gimnasio. Descansamos, nos duchamos en los baños ¡privados! de las habitaciones dobles, y salimos hacia el centro paseando porque la amable recepcionista nos había dicho que llegábamos en 20 minutos, que entre pasear a paso tortuga charlatana, pararnos a hacer fotos a Paco de Lucía y demás entretenimientos, se transformaron en una hora.
Por fin llegamos al centro de una ciudad de cuento: un castillo, un río (el Ljubljanica), calles de casitas bajas, el Puente de los Dragones (con su falsa leyenda), callejones que se abren en plazas donde cenar a la luz de las velas (como el AS donde te cobran lo de la mesa de al lado, que han cenado menos, y además te hacen descuento…), con locales muy interesantes junto al río, como el Cacao, donde jugamos a poner caras mientras nos tomábamos unos cocktails también muy interesantes, o sonido ambiente del partido de basket Eslovenia – España que se estaba jugando allí en ese momento.
Y vuelta al gran paseo hasta el hotel, cada uno a su habitación, a soñar con el día siguiente en esta ciudad cuyo nombre significa "amada".
Antes que nada, es necesario un buen desayuno: capuccino para todos y bocatas súperbuenos en la típica terraza para guiris del Trubar. Creamos el bote del viaje y pasamos por el supermercado a por básicos como: agua, helados, galletas de plástico y gel de chocolate...
Y empezamos la vuelta al lago. Al principio parando cada dos metros a hacernos fotos porque es muy chulo... parece que lo hayan construido adrede para que quede perfecto en la postal. Un lago con barquitas, patos, nenúfares, el cielo perfectamente azul y las montañas perfectamente verdes, una isla con iglesia, un castillo en lo alto de un risco que se refleja, un paseo que lo circunda, zonas de baño (mmm... ¡qué tentador!), un tobogán gigante en la ladera de la montaña (al final, no nos dio tiempo :( ), osos polares que sueñan con helados de 8 bolas,... Hacemos otra parada para decidir si preferimos subir al castillo o bañarnos en el lago. La decisión no se proclama pero silenciosamente gana lo segundo. Y nos pegamos un baño a mitad recorrido. Increíble: agua fresquita, transparente, rodeado de montañas y verde, ¡somos parte de la postal! Mientras nos secamos, nuestras sombras tocan a la Bala y cuando me acerco a los cubículos-vestuarios-lonas publicitarias, me encuentro con parte de mi ropa que se me había caído al ponerme el bikini, oops :$
Acabamos la vuelta en el bar Costella junto al del desayuno, nos comemos unos bocatas medio típicos de allí y llega el primer momento mini-níspero, jaja, tampoco fue nada digno de reseñar…
Con los párpados clamando siesta, nos fuimos de ruta por Vintgar Gorge: un desfiladero con 1,6km de espectaculares de pasarelas. ¿Nos podremos bañar? ¡Ay, pobres inocentes, aunque no queráis…! Y es que al llegar a la cascada al final del recorrido, los truenos empezaron a oírse y el camino de vuelta lo hizo la tormenta con nosotros… Calados de arriba a abajo y sin haber disfrutado el paseo de vuelta, llegamos a los coches. Todos calados menos Pau, que tranquilamente volvió con su paraguas de auténtico montañero.
Ya de camino a Ljubljana, secándonos en el coche, nos cruzamos con un mono copiloto, y con la caravana de la Barbie y nos costó un poco encontrar el Youth Hostel porque estaba integrado con un hotel y un gimnasio. Descansamos, nos duchamos en los baños ¡privados! de las habitaciones dobles, y salimos hacia el centro paseando porque la amable recepcionista nos había dicho que llegábamos en 20 minutos, que entre pasear a paso tortuga charlatana, pararnos a hacer fotos a Paco de Lucía y demás entretenimientos, se transformaron en una hora.
Por fin llegamos al centro de una ciudad de cuento: un castillo, un río (el Ljubljanica), calles de casitas bajas, el Puente de los Dragones (con su falsa leyenda), callejones que se abren en plazas donde cenar a la luz de las velas (como el AS donde te cobran lo de la mesa de al lado, que han cenado menos, y además te hacen descuento…), con locales muy interesantes junto al río, como el Cacao, donde jugamos a poner caras mientras nos tomábamos unos cocktails también muy interesantes, o sonido ambiente del partido de basket Eslovenia – España que se estaba jugando allí en ese momento.
Y vuelta al gran paseo hasta el hotel, cada uno a su habitación, a soñar con el día siguiente en esta ciudad cuyo nombre significa "amada".
2 comentarios:
Ale... segundo día ;) (No se lo digáis a mi jefe..., pero es que agosto administrativo es lo q tiene :$)
Por cierto, q fuerte me parece la goleada del rastafari! El próximo viaje alquilamos un coche y lo devolvemos sin más y nos ahorramos todo lo demás! jajaja
Pau, si todos hacen lo q tú con las fotos, nos vamos a hartar de verlas! jaja... pero la verdad es que mejor así de ordenaditas ;)
Si recordáis cosillas que a mi se me hayan olvidado... para eso están los comentarios ;)
oh, el misterio de las narices resuelto!
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